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La Residencia Santa María del Monte Carmelo se concibe desde sus inicios con una clara vocación de servicio a las personas ancianas, a sus familiares y cuidadores. En esta ocasión es el Padre Vicente Aranda quien nos brinda unas reflexiones acerca del sentido de una etapa de la vida por la que todos tenemos que transcurrir. De la misma forma, el religioso carmelita, marca un rumbo claro y certero cuyo objeto final es poner de relieve nuestra razón de ser.
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La vejez tiene su sentido propio y no sólo es el agotamiento de las fases anteriores de la vida, también tiene sus aspectos positivos que hemos de saber descubrirlos y potenciarlos. Es el momento en el que uno puede sentirse orgullo y satisfecho por la vida que ha realizado, habiendo llevado a cabo las tareas propias de cada edad y asumiendo con responsabilidad todo aquello que en cada momento nos ha tocado vivir. Es el momento de transmitir a otros la experiencia y sabiduría acumulada con el transcurrir de los años. Los mayores siguen siendo para los más jóvenes una referencia de vida, de sabiduría, de acogida y de encuentro.
La ancianidad nos lleva a lo más profundo de nuestra memoria, porque la memoria es lo que resiste al tiempo y a sus poderes de destrucción y, aunque hayamos ido cambiando con los años, hay algo en el ser humano, allá muy adentro, que parece resistir a ese proceso de envejecimiento, resguardando nuestra vida y nuestra alma. Es la ocasión para tomar mayor conciencia e introducirnos en un ámbito de realidad caracterizado por la presencia de lo eterno. De ahí que nos ofrezca la oportunidad de seguir acogiendo la vida, no como el decaimiento personal que sigue al cese del crecimiento biológico, sino como la cercanía cada vez mayor al Eterno, que va llegando a nuestra vida como la luz última y más luminosa de la persona.
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Partiendo de estos valores, la filosofía de nuestra entidad se fundamenta en los principios del humanismo cristiano, definido en palabras de san Juan Pablo II, como “solicitud por el hombre”, por lo que no solo se trata de cuidar a la persona mayor, sino de atenderla integralmente en todas las facetas del ser humano, incluyendo a su entorno familiar. Queremos poner toda nuestra experiencia y medios en la persona concreta y en su tendencia trascendental, en su razón y en su capacidad para cultivar todos los aspectos de su vida.
Entendemos también nuestra Residencia como una prolongación del hogar, donde la persona anciana pueda seguir desarrollando con normalidad sus actividades diarias, aun cuando existan grandes niveles de dependencia, proporcionando un ambiente confortable y cálido, de respeto a la autonomía moral, y teniendo presente el concepto de dignidad humana, intrínseco a todas las personas. Ellos educaron a sus hijos, a veces, en situaciones de sacrificio y dificultades. Ahora a los hijos les toca dar la mayor calidad de vida a sus padres. En este sentido, pretendemos potenciar los mayores lazos posibles entre residentes y familia.
Son ya más de 45 años de historia proporcionando cuidados personalizados y de calidad a un sector vulnerable. En la Residencia Santa María del Monte Carmelo nos esforzamos constantemente para ofrecer un servicio excelente, integral y sostenible en el tiempo. El continuo esfuerzo innovador en la prestación de nuestros servicios se convierte en otra necesidad, que parte de la esencia de nuestra razón de ser y existir, de ahí el respeto por todas las legislaciones, normativas vigentes, reglamentaciones y compromisos adquiridos, con nosotros mismos y con la sociedad en general.
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El modelo de excelencia presente y que proyectamos para nuestro futuro puede ser concebido desde dos perspectivas:
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Es evidente que una búsqueda de la excelencia, fundamentada únicamente en la ausencia de errores, sería plantear una quimera, más que un objetivo para nuestro centro. Por eso, consideramos que, con la segunda perspectiva, es decir, que cada persona sea la mejor versión de sí misma, lograremos que la Residencia también sea la mejor versión de sí misma. Una implicación personal y profesional por parte de todos los trabajadores y una necesidad de mejorar individualmente, se aproximará a reducir al máximo las posibles desviaciones de nuestro camino, cuyo fin último es siempre la excelencia.
También aportamos riqueza a la sociedad gracias a los puestos de trabajo que la Residencia mantiene. Los trabajadores son una parte esencial e imprescindible para el funcionamiento del centro. Ellos son el nexo de unión entre los objetivos generales del centro y nuestros residentes y familiares, por lo que la política de excelencia en el tratamiento del residente pasa necesariamente por el cuidado y la formación continua de nuestros trabajadores, tanto en los aspectos técnicos como en los humanos, conformando esta educación como herramienta clave para el desarrollo institucional y personal. Cuidar a nuestros trabajadores es otro de los objetivos principales de nuestra entidad, entendiendo este cuidado, como la mejor inversión de presente y de futuro.
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P. Vicente Aranda, O. Carm.